Aunque ya quizás casi nadie lo recuerde existe una dimensión política de la sociedad, un espacio donde teóricamente se aplica la sencilla definición de Política: “actividad a través de la cual se toman decisiones colectivas”.
Posiblemente los teóricos que abordaron esta definición hace años se sentirían totalmente desbordados por la realidad diaria que vivimos. Hoy han muerto las decisiones, y hace años que se expulsó a la mayoría de votantes de cualquier participación colectiva que no sea convertirse en un mero hooligan de uno de los dos proyectos liberales que aparentemente pugnan en nuestro País y en el resto del Estado.
Hace años que vivimos, como ciudadanos y ciudadanas, la mayor estafa de nuestra historia. Padecemos, sin dudarlo, una de las democracias de más baja calidad del mundo occidental. Tanto en lo político como en lo social o en lo económico. Una participación política limitada a un voto cada cuatro años, sin ninguna capacidad de exigir el mínimo cumplimiento de lo pactado en el programa y sin ninguna posibilidad de actuar ante la mentira y el incumplimiento; un sistema social que continua caminando diez puntos de media por debajo del resto del sistema europeo y que lleva años padeciendo un continuo proceso de deconstrucción y destrucción; un sistema económico que sólo tiene un resultado evidente: el incremento de las diferencias entre ricos y pobres, con la progresiva retirada de la clase media que ha vivido en estos dos últimos años la verdadera realidad de una crisis social y económica que les ha mostrado como ya no eran lo que creían ser.
Entre 1976 y 2009, es decir, en la historia de nuestra democracia se ha pasado de una retribución del capital del 26% al 40% del total del pastel económico. Al mismo tiempo, como es lógico en cualquier operación matemática, la participación en ese pastel de las rentas salariales no ha hecho más que caer. Nosotros y nosotras (o en el caso propio, nuestros padres y madres), desde cada una de las calles de este país luchamos por conseguir esa democracia. Y recordémoslo, ya que tantos se empeñan en obviarlo: se luchó, se peleó día a día, segundo a segundo y mucha gente lo pagó con su vida o con largas estancias en la cárcel.
Entonces se gritaba, se hablaba de democracia en cada espacio, se exigía la participación de todos y todas, se luchaba por conseguir todos los derechos secuestrados, perdidos y asesinados durante cuarenta años. Y ahora no somos más que la sombra de esos gritos. Totalmente integrados dentro de una sociedad capitalista y consumista, autocondenada por si misma a la extinción, ya sea política o ecológica, hemos desarrollado todos los vicios y falsas imágenes con que este sistema ha llegado a dominar el mundo. Nos hemos creído parte del sistema, olvidando que el sistema se levanta sobre la explotación. Y hemos creído ser explotadores cuando no somos más que piezas explotadas y subcontratadas. Los trabajadores y las clases medias occidentales son, y serán cada vez más, pobres y endeudadas. Estados Unidos, el paradigma del sistema, posee los mayores niveles de concentración económica en menos manos de todo el mundo occidental, y frente al mito del sueño americano la sociología ha demostrado en múltiples estudios como es el país occidental con menores posibilidades de desplazamientos entre clases sociales. En el paraíso del capitalismo quien nace pobre tiene más posibilidades que en ningún sitio de morir pobre.
El problema verdadero, el problema real, es que este es el panorama al que nos enfrentamos todos y todas desde hace varios años. España, de la mano de estos dos grandes partidos mediáticos y futboleros camina, con paso firme, hacia ese modelo. Nada parece frenarlo.
Por eso, este año, más que nunca pero tanto como siempre, es necesario cambiar la definición dominante de política: Es hacer posible lo imposible, pero, sobre todo, volver a demostrar que lo que nos dicen que es imposible es realmente lo único posible. Hacer de la política el verdadero arte de lo posible y de lo necesario, hacer de la política el verdadero espacio de las decisiones colectivas. Ese es nuestro objetivo, de miles de ciudadanos y ciudadanas. Date una oportunidad y cambia.
Salut i República!
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